jueves, 13 de julio de 2017

EL TIRO EN LA NUCA, EL OLVIDO, LAS FOSAS

La noticia es de sobra conocida: tras un calvario de 78 años, se ha exhumado al fin en Guadalajara el cuerpo de Timoteo Mendieta, fusilado por los franquistas en nuestra guerra incivil. Ahora (y la cosa es menos conocida, pero no menos importante) el Ayuntamiento de esa localidad, quiere cobrar 2000 euros por los gastos, cuando se aprobó una resolución para no aplicar esa tasa. El rayo que no cesa.
España es, después de Camboya, el país con más desaparecidos enterrados en cunetas. Allí mataron los jémeres rojos, aquí los fascistas; allí estuvo la mano de Pol Pot, aquí la de Francisco Franco; allí una ideología de extrema izquierda, aquí una de extrema derecha.
Los años han pasado desde el 39, trayendo de su mano paladas de olvido y tierra sobre las cunetas abandonadas; son (esas cunetas, esos cementerios) depósitos no sólo de muerte, sino de infamia. El ganador de una guerra escribe la historia a su manera, también el olvido. Es el poder del ganador y su afán por corregir, sobre escribir y borrar todo lo que no interese a su gloria: la Historia se escribe con desfiles triunfales, bibliotecas incendiadas y paredones de fusilamiento.
Ya sé que todos cometieron fechorías, que todos asesinaron, que todos robaron, que todos cometieron tropelías: los unos y los otros. Lo sé. No hay santos en una guerra, tan sólo mutilación, abuso y muerte. 
Hay, sin embargo, en este país, muertos y muertos; hay olvidos y recuerdos oscuros, ¡y hay tanto silencio acumulado...! Hay muertos enterrados en catedrales, muertos ahítos de misas enterrados bajo palio, muertos que han desfilado con fanfarrias y honores militares, muertos con lápidas honorarias, muertos con nombres grabados en bronce y oro... y los hay ocultos, ignotos, permanentemente sembrados por el olvido de un país que no los reconoce, que no los quiere porque son un borrón en su historia, porque son incómodos y les recuerda la bestia que llevamos dentro. Alguien sigue tirando de las cuerdas que otros dejaron atadas y bien atadas hace muchos años, para ignominia y escarnio del perdedor.
No, no se trata de volver atrás; no se trata de revolver lo que a algunos les patalea las tripas. Se trata de dignidad, de la dignidad de la muerte (si es que eso es posible). Se trata de la dignidad que le queda al fusilado, con el cráneo reventado por el tiro de gracia y la última carta por escribir entre los huesos de las manos. No, no se trata de odio, no se trata de mirar atrás. Se trata de curar la herida cerrada en falso hace tanto; se trata de saber que hay algo más que una colección de huesos polvorientos. Se trata de dignidad. El olvido para los demás, para los que vencieron antes y siguen venciendo ahora, con las normas y las leyes en sus manos, limpias de pólvora dirán (que ellos no han matado). No sé si sus conciencias también estarán limpias.

No hay comentarios:

Publicar un comentario