jueves, 9 de noviembre de 2017

LA SOMBRA DE STENDHAL (COSAS PARA SER FELIZ Nº 1)

Voy a empezar una serie de pequeños apuntes sobre cosas que me hacen feliz. Lo hago porque me apetece y, sobre todo, como protesta por tanta cosa fea que veo y escucho; lo hago para "compartir" (verbo que tanto se usa en Facebook y que tan mal se emplea) y ¡quién sabe! para ayudar a que alguien  las descubra. Algo de proselitismo hay, no lo niego. 
Como título general, llevará el nombre de "La sombra de Stendhal", como recuerdo al síndrome al que el autor romántico dio nombre y que no es otra cosa que una hiper sensibilidad hacia lo bello. En fin, cosas que nos hacen más felices por el mero hecho de apelar a la belleza o a la inteligencia, esas piedras angulares que perfilan el alma humana, la nobleza del espíritu o la imagen de un dios siempre desconocido y latente.


Voy a empezar por la música. Voy a empezar por Brahms: se trata de los Intermezzi op. 117.
Escritos cinco años antes de su muerte, estos tres intermezzi, marcados como andante moderato, andante non troppo e con molto espressione y andante con moto (los tempi ya dan idea del ambiente que los preside), se aproximan a un "impresionismo romántico" (si es que se puede usar este oxímoron) con una transparencia y una sutilidad que busca una línea melódica cercana a la disolución en una atmósfera etérea llena de luz primaveral y de silencios. Hay una melancolía doliente, pero una melancolía sanadora que trae imágenes de un pasado feliz y redentor. La sombra de la amada Clara Schumann planea o más bien su ausencia, su cercanía casi imposible y quizá el recuerdo de la locura de su amigo Robert Schumann, muerto tan tempranamente en el sanatorio de Endenich. 
Estamos ante un Brahms maduro que ha destilado su arte hasta reducirlo a lo esencial; no hay aquí lugar para el exhibicionismo virtuoso; sí para la reflexión y la luz.
Hay muchas versiones de esta música, siempre complicada para los pianistas; os dejo mi preferida: una grabación algo antigua, del sello Edelweiss, con Daniel Levy como intérprete. Este disco posee una transparencia  y una presencia impecables; se escucha el espacio, la respiración y el silencio, en un perfecto sonido eufónico. Una maravilla que, además, se complementa con las 6 Klavierstücke op. 118 (otra maravilla) y las "Variaciones sobre un tema de Robert Schumann" op. 9, todas obras de Brahms. Un disco perfectamente equilibrado en la grabación, en la elección de piezas y en la interpretación. No se puede pedir más.



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